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¿QUÉ ES PSEUDOCIENTÍFICO? |
28/03 |
Hoy, que tengo un poco más de tiempo y he leído algunos comentarios (que el tiempo no me permitió leer anteriormente) con respecto a la reacción a mi carta abierta al señor Villegas, del grupo parlamentario Ciudadanos, me he planteado esta pregunta que encabeza mi reflexión. Y no he podido evitar acordarme de algunos comentarios que he escrito para mi próximo libro y que a continuación transcribo. Afortunadamente somos libres de pensamiento, aunque sea de lo poco que nos dejen…
Para los más virulentos en la defensa de lo “científico” como bandera de lo que se puede y no admitir como efectivo a nivel terapéutico y que presumen de que no existen estudios clínicos relevantes que respalden muchas de las llamadas Medicinas Alternativas, solo les diré dos cosas: primero, que revisen los trabajos pormenorizados realizados por el Nordic Cochrane Center (su director Peter Gotzsche ocupa la Cátedra de Diseño y Análisis de Investigaciones Clínicas de la Universidad de Copenhague) sobre los “fantásticos” ensayos clínicos realizados por las multinacionales farmacéuticas, para ver la rigurosidad real de muchos de esos ensayos que se presentan como resultados incuestionables; segundo, a nosotros, a los que hacemos Medicina Biológica, Natural u Holística, se nos podrá tildar de pseudocientíficos, partiendo de una ignorancia egocéntrica supina, pero no de ser la tercera causa de muerte en el mundo, hazaña atribuible, sin ninguna duda, a los fármacos, solo precedidos de las cardiopatías y el cáncer (las cifras así lo demuestran, esto no es teoría ni “filosofía naturista”).
Como ya he comentado reiteradamente, no estoy en contra de los medicamentos, sino del uso masificado de estos. Concuerdo con las palabras de Joan-Ramón Laporte, Profesor de Terapéutica y Farmacología Clínica de la Universidad Autónoma de Barcelona, cuando en Junio del 2014 escribió: En treinta años de investigación sobre el uso de medicamentos en Cataluña, en España y en el mundo, en la Fundació Institut Català de Farmacología hemos comprobado y documentado repetidamente este consumo exagerado, innecesario e inmoderado, y hemos documentado así mismo sus efectos perjudiciales sobre la salud pública (…) España es uno de los países que más despilfarra en medicamentos, principalmente a cargo del erario público (…).
España es el país europeo que dedica un porcentaje más alto de su gasto sanitario a farmacia. España es el país europeo en el que los nuevos medicamentos –protegidos por patente, más caros, no necesariamente mejores, y de seguridad incierta- son captados con mayor rapidez por el sistema sanitario. Nuestro sistema de salud no selecciona medicamentos por su eficacia, efectos indeseados, comodidad y precio. Es un comprador bobo de humo a precio de oro en el mercado global de las tecnologías.
Uno de los grandes iconos de la medicina moderna, el Dr. William Osler, primer profesor de Medicina de la Universidad Johns Hopkins (1889), del que hasta siete enfermedades o síntomas llevan su nombre, por ser su descubridor (pocas cosas pueden ser más deseadas para un médico investigador), afirmó que sería bueno para la humanidad, y malo para los peces, que lanzáramos al mar todos los medicamentos.
Las llamadas “revistas científicas” del más alto nivel, donde constantemente se presentan estudios clínicos que respaldan el uso “seguro” de miles de medicamentos, han tenido que retractarse de lo dicho en ¡2.047! de dichos estudios (hasta el año 2012). Ex directores de algunas de estas revistas ya han publicado libros y artículos denunciando el intervencionismo brutal de la industria en la edición de dichos artículos científicos:
Drummond Rennie, vicerrector del Journal of the American Medical Association; Jerome Kassirer y Marcia Angell, del The New England Journal of Medicine; Richard Smith y Fiona Godlee, del British Medical Journal, entre otros.
El propio Drummond Rennie, escribió, ya en el año 2013, que el problema fundamental es que “nada funcionará a no ser que logremos que la realización y valoración de los ensayos queden desconectadas por completo de su financiación. Basamos los tratamientos que estamos aplicando a los pacientes en los resultados que nos ofrecen los ensayos clínicos; por lo tanto, se trata de un asunto de vida o muerte. Los pacientes que acceden a participar en los ensayos clínicos lo hacen porque confían en que su sacrificio dé resultados provechosos para la humanidad. Lo que no esperan es que los resultados de esos ensayos sean utilizados y manipulados como secretos cuya función principal consiste en contribuir a que una empresa obtenga sobre todo un beneficio comercial. Los resultados de los ensayos son un bien público y deberían ser financiados por los gobiernos mediante el dinero que recaudan de los impuestos que paga la industria farmacéutica.
Además, deberían ser accesibles al público en general. Lo que en realidad ocurre hoy en día no es precisamente eso, sino que vivimos una situación francamente irónica que podemos ver en Estados Unidos: la industria farmacéutica paga a la agencia federal, la FDA, para que valore sus proyectos. ¿Puede alguien sorprenderse de que la agencia haya sido secuestrada por la industria cuya actividad se supone que debería regular?”
No demonizo la medicina moderna (sería un inconsciente si lo hiciera), lo contrario, es absolutamente necesaria, e incluso, es innegable la utilidad de algunos de los fármacos existentes. Lo que resulta inaudito es que tenga que decir todo esto para poder defender una posición de imparcialidad. NO ESTAMOS EN CONTRA DE LA MEDICINA MODERNA, de lo que estamos en contra es de que se descalifique toda aquella terapia que no pase por el filtro de lo que los intereses económicos y los grupos de poder quieran aceptar. Estamos en contra de que se ridiculice a medicinas que cuentan con siglos de utilidad pública a sus espaldas. Y claro, querido “visitante”, que la gente se moría a los 35 ó 40 años de edad hace siglos, pero la mejora en la calidad de vida y la expectativa de la misma no estuvo asociada exclusivamente a nuevos medicamentos, sino también, y sobre todo, a comprender mejor como evitar las infecciones, con una higiene adecuada. Por ejemplo, no era extraño, allá por el XIX que un médico cirujano atendiese a un paciente con una importante sepsis y seguidamente, y sin tomar las adecuadas medidas higiénicas, atendiera un parto… La esperanza de vida fue creciendo gracias a las reformas y la generalización de la sanidad e higiene en la sociedad en general.
Por supuesto, que alabamos a Louis Pasteur, Jules Francois Joubert, Alexander Fleming, Clodomiro Picado (costarricense científico del Instituto Pasteur, que si hubiera tenido nombre francés se le habría dado más mérito a su extraordinario trabajo publicado sobre la penicilina) o el visionario Howard Walter Florey y su equipo de excelencia, etc., etc. Científicos que, a finales del siglo XIX e inicios del XX, pusieron las bases para acabar con muchas infecciones y pandemias que mermaban la población.
Ellos, y muchas otras mentes brillantes, cimentaron la esencial microbiología moderna.
No obstante, si tratamos de atribuir a la farmacología moderna, todo el mérito de que la expectativa de vida aumentase paulatinamente durante el pasado siglo ¿a quién debemos atribuir que dicha expectativa siga siendo todavía dramáticamente inferior en muchas áreas geográficas del planeta? (Ver gráfico). Es obvio que existen otros factores: políticos, infraestructurales, geográficos, culturales… y un largo etcétera. Pero me sigo preguntando, si la todopoderosa industria farmacéutica tuviera auténtico interés en aumentar la expectativa de vida de la población, si realmente son los paladines del progreso y enarbolan la bandera de la CIENCIA a favor de la humanidad, ¿Por qué no ponen al alcance de poblaciones subdesarrolladas los recursos necesarios para mejorar lo básico, sus sistemas de abastecimiento de aguas, canalización de residuos fecales, alimentos básicos y apoyo médico de primaria? ¿Por qué tienen que ser las Organizaciones No Gubernamentales las que sigan cargando con el peso de una ayuda que a todas luces es insuficiente?...
Solo en España la venta de medicamentos subió en el 2015 un 2’8% poniéndose al nivel de PIB (Producto Interior Bruto). Como declaraba el elpais.com el 30 de octubre del año pasado, esta “cifra corresponde a una vieja aspiración del sector: que se les permitan incrementos al ritmo del PIB”. ¿Es qué tanto cuesta darse cuenta de que la medicina se ha convertido en el gran negocio de nuestra era?... Y vuelvo a preguntar, ¿Por qué no utilizan migajas de sus recursos para ayudar a las poblaciones mencionadas, en lugar de utilizarlos como “conejillos de indias” en ensayos clínicos donde el riesgo de iatrogenia es elevadísimo?
Pondré solo dos ejemplos, bien conocidos:
En marzo de 2005 se suspendieron en Nigeria las pruebas clínicas del Tenofovir®, un antiviral utilizado contra el sida, a causa de graves faltas éticas. Esas experimentaciones, desarrolladas por la asociación Family Health International por cuenta del laboratorio estadounidense Gilead Sciences, eran financiadas por el gobierno de Estados Unidos y por la fundación Bill y Melinda Gates. Las pruebas también fueron suspendidas en Camerún (febrero de 2005) y en Camboya (agosto de 2004), pero sin embargo continúan en Tailandia, Botswana, Malawi y otros países.
"Complément d'enquête", programa del canal de televisión francesa France 2, 17-1-05.
En agosto de 2001, problemas similares derivaron en una acción judicial. Unas treinta familias de Nigeria iniciaron juicio ante un tribunal neoyorquino, pidiendo que se condene al laboratorio estadounidense Pfizer a causa del test del Trovan®, un antibiótico destinado a combatir la meningitis. Durante ese estudio, realizado en 1996 en ocasión de una epidemia de meningitis, sobre un total de doscientos niños, once fallecieron, mientras que otros muchos quedaron con secuelas cerebrales y motrices.
The New York Times, 30 de agosto de 2001 apud Tamar Lewin, Families sue pfizer on test of antibiotic.
Esta situación es especialmente sangrante en las denominadas enfermedades negligenciadas. Las enfermedades negligenciadas son aquellas que "afectan casi exclusivamente a personas pobres e impotentes que viven en las áreas rurales de países de renta baja”. Es curioso el denominado “intervalo 10/90” que se refiere al fenómeno por el cual sólo el 10% de los recursos de investigación en salud están concentradas en el 90% del conjunto de enfermedades globales. ¿Se entiende?... Las multinacionales farmacéuticas, que hoy por hoy poseen el mayor potencial de recursos para la investigación farmacológica, dedican el 90% de sus recursos no al grueso de las enfermedades que azotan a la humanidad, concentrada en comunidades pobres que viven en países en desarrollo, sino a la las enfermedades que implican condiciones crónicas continuas, como cardiopatías crónicas, reumatismos, hipercolesterolemia (otro fraude de interpretación, por cierto) y así por el estilo. Lo esencial del régimen de propiedad intelectual es garantizar al inventor una recompensa por lo inventado, en el campo de la fármaco-industria eso implica dirigir todos los esfuerzos a enfermedades “lucrativas”, mientras que otras que afectan a personas de países pobres permanecen subinvestigadas. Un ejemplo de esto es la oncocercosis (“ceguera de los ríos”) que afecta a más de 20 millones de personas, es endémica en 30 países africanos y algunos de Latinoamérica, considerada la segunda razón de ceguera a nivel mundial, ha dejado ciegas a unas 400.000 personas, y la Ivermectina (tratamiento de base) solo actúa sobre los gusanos pequeños (microfilarias) por lo que los afectados deben de tomar el medicamento de 5 – 10 años, destruyendo sistemáticamente (en el mejor de los casos) a las “crías” y esperar a que los gusanos adultos (que viven dentro de los nódulos) mueran “de viejos”. Me cuesta creer que no se haya podido encontrar una cura definitiva para una de las pandemias más graves que azotan a tantos millones de personas, un antiparasitario que actúe igualmente contra los adultos.
Paul Hunt, Neglected diseases, social justice and human rights: Some preliminary observations, WHO, Health and Human Rights Working Paper Series, n. 4, p. 5, apud WHO, Global Defence against Infectious Disease Threat, 2002, p. 96.
OXFAM, Cut the cost: Patent injustice - How world trade rules threaten the health of poor people, febrero de 2001
Paul Hunt, Report of the Special Rapporteur, WTO, E/CN.4/2004/49/Add.1, 1 de marzo de 2004, p.12.
En conclusión,
- Medicina es una cosa y medicamentos es otra.
- Ciencia es una cosa y “cientificismo”*1 es otra.
- Pseudociencia es una cosa y Medicinas Complementarias y Alternativas son otra*2
- Buscar la verdad sin “corsé” es una cosa e inclinarse sumisamente al dogma oficial es otra, bien distinta.
*1 Confianza plena en los principios y resultados de la investigación científica y práctica rigurosa de sus métodos.
*2 Aun sin negar que “ciertas churras” dan mala prensa a “las meninas”. Pero más daño hace el que “las mezcla” o peor aún, “el que es lobo y se pone piel de oveja” (perdonar las analogías, pero “a buen entendedor…”)
Felipe Hernández Ramos |
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