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CÓMO LA FALTA DE BACTERIAS BENEFICIOSAS PUEDE DESENCADENAR UNA ENFERMEDAD AUTOINMUNE

24/10
Os contaré un caso que lo ejemplifica para que cada uno de vosotros saquéis conclusiones... María, por ponerle un nombre, nació por cesárea y no pudo recibir lactancia materna, por lo que su lactancia fue con biberón. Durante su infancia fueron los productos lácteos sus alimentos preferidos y solía desayunar un yogur de vaca con trocitos de plátano, fresas y/o mango (Según disponibilidad) junto a sus sagradas galletas de trigo, azúcares y aditivos de todo tipo. Todos los días, como merienda, comía un sándwich de pan de trigo blanco con mantequilla o incluso margarina con algún embutido, su vaso inmenso con leche de vaca antes de acostarse. Qué se logró con 1) Falta de bacterias saludables presentes en el canal del parto y lactancia y 2) Hábitos alimentarios inadecuados como el consumo de productos lácteos de vaca? Infecciones recurrentes de oído. Las infecciones recurrentes de oído son a menudo uno de los signos de la hipersensibilidad alimentaria, manifestada mediante las reacciones retardadas IgG y, más concretamente, a la hipersensibilidad a los lácteos. Cada vez que comía productos que tuvieran leche activaba su sistema inmunitario, su cuerpo se llenaba de compuestos inflamatorios y su sistema inmunitario se caracterizaba por la presencia de "casomorfinas". Se llaman así dado que algunas personas tienen gen que hace que estas sustancias que están en la leche penetren en los receptores de morfina y actúan de forma similar: la persona se encuentra muy bien cuando consume lácteos y experimenta cierto síndrome de abstinencia cuando no los toma. Seguro que ahora nos vendrán a la cabeza amigos, pacientes, familiares que no pueden vivir sin tomar leche, queso, yogur o helado. A lo anterior debemos sumarle que María consumía bastante pan, bollería y cereales con gluten, por lo que también ingería gluteomorfinas, que actúan de la misma manera que las casomorfinas. Ambos componentes generaron una inflamación crónica que contribuyó al intestino permeable y las defensas inmunitarias se estresaron aún más. Cómo trataron los padres de María las infecciones de oído? con antibióticos. Y aunque pueden ser necesarios en determinados casos, tienen efectos secundarios problemáticos como el atacar las bacterias saludables y contribuir a la proliferación de levaduras. Las levaduras se diseminan en general formando una capa en la parte interna del intestino, que produce el 95% de la serotonina del cuerpo. Por lo tanto el uso continuado de antibióticos alteró en María tanto las defensas inmunitarias como su salud psicoemocional, haciéndole sentir triste, apagada, sin la ilusión y alegría que debe caracterizar a cualquier niña. Sus padres, preocupados obviamente, la llevaron al psicólogo, sin obtener cambios significativos en María, y acabaron yendo al psiquiatra. Supongo que ya deduciréis qué es lo que haría el psiquiatra con toda su buena intención verdad? Medicarla con antidepresivos. María seguía creciendo y entrada la adolescencia le apareción un acné agresivo (manifestación habitual de una hipersensibilidad a los lácteos). Y nuevamente le trataron el acné con antibióticos, logrando aumentar la destrucción de bacterias beneficiosas y agravando la proliferación de levaduras. Su alimentación era más que nunca rica en alimentos dulces y almidones, pues al sentirse triste y apagada, eran alimentos que, al momento de consumirlos, le daban cierto bienestar. Como ya sabéis estos alimentos tan cargados de azúcares son el alimento perfecto para las bacterias nocivas que colonizan nuestro tubo digestivo. Ello generó el conocido trastorno como SIBO, sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado, que se caracteriza por gases y distensión abdominal. En la universidad, debido a la presión de los exámenes, empezó a tener reflujo ácido (que en realidad no se debe a un medio ácido, sino a un medio no bastante ácido asociado al estrés, alimentación inadecuada o carencia de bacterias beneficiosas). María, al no poder digerir bien las proteínas y aminoácidos, por su bajo nivel de ácido en el estómago, se sentía cada día más cansada y experimentaba más alteraciones inmunitarias. Tampoco podía producir suficientes neurotransmisores, lo que le generaba una sensación de niebla cerebral, estado depresivo y pérdida de memoria. Se sentía aún más triste por no poder rendir bien académicamente. Aparecían en ella sentimientos de frustración, impotencia, baja autoestima y lloraba cuando estaba sola. Empezó por iniciativa propia a tomar antiácidos para aliviar sus síntomas de reflujo. Ella no sabía que dichos fármacos destruían los ácidos del estómago y enzimas gástricas, lo que agravaba su problema. En la universidad también empezó a tomar píldoras anticonceptivas, lo que elevaba su nivel de estrógenos. Estos estrógenos, a su vez, alimentaban a las levaduras que proliferaban en su intestino y ello se manifestaba en forma de infecciones fúngicas vaginales. La proliferación de levaduras aumentaba cada día más y ella peor se sentía física y anímicamente. Mayor era su deseo y ansiedad de consumir dulces y almidones.... proceso de retroalimentación continua. María engordó y exceso de grasa aumentó los factores generadores de inflamación. Con el paso del tiempo, la carga inflamatoria que tenía que soportar era demasiado elevada y su sistema inmunitario, completamente desbordado, acabó por perder el control y desarrolló lupus. Supongo que después de leer esta historia estaréis impactados como yo, siendo testigos de un caso donde, seguro, se hubiera podido evitar que María, esta inocente niña, pudiera haberse evitado desarrollar lupus. La suma de pequeños actos en nuestra vida es la que define, sin duda, nuestra salud. No debemos obsesionarnos pero tampoco descuidarnos. Empecemos hoy con los pequeños actos a cuidarnos más, empezando por los pensamientos positivos. Hoy puede ser un hermoso día si ante todo nos lo proponemos y deseamos. SANDRA FARRÉ SCHNEIDER Tu Coach para una Vida y Longevidad Saludables www.nutricioncelular.es
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