En la antigüedad, las artes médicas, más que una ciencia, eran a menudo una fusión de supersticiones y ritos religiosos. La obra The Epic of Medicine (La epopeya de la medicina), editada por el doctor Felix Marti-Ibañez, dice: ―En la lucha contra la enfermedad [...], los mesopotámicos recurrían a una mezcla de medicina y religión, pues consideraban las dolencias un castigo de los dioses‖. La medicina egipcia, poco después, también se fundaba en la religión. De ahí que desde el mismo principio a los terapeutas se les profesara admiración religiosa.
El doctor Thomas A. Preston, autor del libro The Clay Pedestal (El pedestal de arcilla), observa: ―Muchas de las creencias ancestrales dejaron en la práctica médica una impronta que perdura hasta hoy. Una de ellas consistía en que el paciente no ejercía control sobre la dolencia, y, por tanto, la única posibilidad de recuperación residía en la intervención mágica del médico‖...