Es sabido que los hongos tienen, como denominador común, una función inmunorreguladora sobre el organismo animal y humano; a lo que hemos de añadir, las propiedades medicinales específicas que cada uno muestra en relación a uno o varios tejidos o sistemas concretos, lo que llamamos el tropismo del hongo. Si hablamos de Melena de león o Hericium erinaceus, nos referiremos a su actuación sobre el tejido ectodérmico, sistema digestivo (véase newsletter de abril) y sistema nervioso. Hericium erinaceus es un hongo rico en enzimas antioxidantes, polisacáridos del tipo betaglucanos, aminoácidos esenciales y minerales como potasio, zinc, hierro, germanio, selenio y fósforo. Además podemos destacar la función de sus moléculas bioactivas específicas: las hericinonas y erinacinas. Se trata de moléculas de naturaleza terpenoide, capaces de atravesar la barrera hematoencefálica y actuar como precursores del factor de crecimiento nervioso (NGF). Nos centraremos, pues, en las propiedades medicinales de este hongo a nivel del sistema nervioso, las cuales han demostrado ser útiles en la prevención y ayuda en el tratamiento de las enfermedades neurodegenerativas, las cuales afectan a gran parte de la población mayor de 65 años en los países desarrollados. Su mecanismo de acción abarca diferentes puntos: Por un lado, las hericinonas (en todas sus variantes, desde los tipos A hasta los H) y erinacinas son las encargadas de inducir el proceso de mielinización, regenerando la vaina de mielina que recubre las fibras nerviosas, mejorando así la transmisión del impulso nervioso (Kolotushkina EV et al. 2003). Además, se han descrito mejoras significativas en la función cognitiva de los sujetos afectados frente a un grupo control (Mori K et al. 2009)...