Se trata de una importante familia de plantas herbáceas, que incluye 380 géneros y unas 3.000 especies propias de regiones templadas o frías del hemisferio norte. Entre ellas se encuentran un buen número que son consumidas como alimento desde antaño, como la col, la coliflor, las coles de Bruselas, los rábanos, el brócoli, etc.
La importancia de las crucíferas, desde el punto de vista terapéutico, reside en el hecho de que en sus hojas y raíces se han descubierto elementos fitoquímicos anticancerígenos y antimicrobianos, además de ser una fuente concentrada de vitaminas, minerales y fibra.
Durante siglos curanderos de diferentes culturas y zonas geográficas han utilizado remedios producidos a partir de plantas de la familia de las crucíferas.
Afortunadamente, desde los años cincuenta en adelante y especialmente en la última década se han realizado innumerables investigaciones sobre los principios activos presentes en las crucíferas, pudiendo identificar con bastante exactitud estas sustancias bioactivas, que otorgan con derecho, a algunas de estas plantas, el calificativo de alimento curativo. Se ha descrito la capacidad para prevenir o tratar enfermedades y mejorar la salud de varios tipos de compuestos de las crucíferas, incluyendo los glucosinolatos, isotiocionatos, ditioltionas, indoles, sulfonatos y vitaminas.